2 May 2022

“Mis padres me esterilizaron con 18 años mediante manipulaciones”

Cristina Paredero tiene una misión: contar su historia para luchar contra las esterilizaciones forzosas que sufren las mujeres con discapacidad. Ella tiene autismo y explica que sufrió una ligadura de trompas sin libertad para decidir. El Congreso ya ha blindado esta práctica, pero denuncia que sigue ocurriendo porque falta información.

La activista Cristina Paredero. ÁLVARO MINGUITO

“Somos las eternas olvidadas, somos las que sufrimos la discriminación por esas creencias limitantes, que nos infantilizan, que nos vulneran, que no nos dan nuestro lugar. Y si a eso le sumamos que son otras personas las que hablan por nosotras llegamos hasta que se vulneran nuestros derechos sexuales y reproductivos”. Cristina Paredero (Madrid, 1992) se sinceraba así durante el evento Humanidad Inconformista celebrado hace un mes en Valencia y organizado por Médicos Sin Fronteras. Las allí congregadas contenían la respiración mientras Paredero explicaba cómo, mediante manipulaciones y prejuicios, basados en su diagnóstico de síndrome de Asperger (hoy autismo), sus padres le sometieron a una ligadura de trompas con 18 años.

Esta activista tiene una historia importante que contar y un extenso currículum enfocado a sensibilidad sobre la realidad de las mujeres con discapacidad. Forma parte del Comité de apoyo a la Convención de los derechos de las personas con discapacidad, liderado por CERMI a petición de Naciones Unidas, y ha sido Premio Nacional de Juventud 2021 en la categoría de derechos humanos. Además, es miembro de la junta directiva de Plena Inclusión. Cuenta que, durante una de sus reuniones, se dio cuenta de que había sido esterilizada de manera forzosa. “Esto me pasó a mí”, exclamó cuando se repasaban los casos de otras mujeres. A partir de ese día enfocó todos sus esfuerzos en evitar esas prácticas.

Una lucha que llegó hasta el Congreso, dónde tuvo la posibilidad de intervenir. En diciembre de 2020 se fraguó la modificación del Código Penal para la erradicación de las esterilizaciones forzosas de personas con discapacidad incapacitadas judicialmente, una práctica que sufren principalmente las mujeres. Según los datos de CERMI, más de mil mujeres han sido sometidas a este tipo de intervenciones entre 2008 y 2020, realizadas con la única autorización de un juez, sin que sea necesario el consentimiento de la persona esterilizada. Cristina pone rostro a esta realidad para que ninguna joven vuelva a transitar el mismo camino.

Cuentas que tus padres siempre te han sobreprotegido y que te has sentido manipulada en esta sobreprotección. Explícanos tu historia.

Mis padres siempre habían sido muy sobreprotectores conmigo y nunca me habían permitido acceder a ciertas cosas. Yo recuerdo que cuando era adolescente tuve un desarrollo diferente en mis pechos y mis padres lo que me decían era que por tener los pechos desiguales ninguna persona me iba a querer, porque la gente se fijaba fundamentalmente en el físico. Siempre he sido gordita y mis padres me obligaban a hacer dietas bastante duras. Recuerdo que mi madre me dejó sin comer una vez durante tres días, solamente me preparaba caldo porque decía que como tenía atracones a escondidas, al no tener mucho alimento que comer, no podía seguir con esta situación. Estuve haciendo dieta desde los seis años.

Toda esta situación se veía muy bien reflejada en cómo mis padres entendían todo lo que son las relaciones de pareja y los temas de sexualidad. A pesar de los esfuerzos de mis padres porque yo no encontrara pareja, yo siempre digo que el diagnóstico de síndrome de Asperger —que tenía por aquel entonces— me salvó la vida, porque permitió que conociera a más personas que eran como yo y que habían sufrido cosas parecidas. Al sentir que no estás sola, que no estás loca, como me decían mis padres, eso hace que te empoderes y que creas en ti misma. Y fue con esas herramientas y gracias a las asociaciones que me apoyaron, que conseguí también tener una pareja que me entendiera, una pareja con síndrome de Asperger. Esto no era algo que mis padres hubieran planeado y en el momento en el que tuve esta pareja, empezaron a ponerme muchas trabas y empezaron a sobreprotegerme todavía más. No me permitían prácticamente salir de casa. La cuestión es que mis padres nunca me habían hablado de sexualidad, de una sexualidad íntegra, de una sexualidad con perspectiva de género. Eso era algo absolutamente prohibido. En mi casa yo recuerdo tener 15 años y tener que esconderme en la biblioteca a informarme sobre temas de sexualidad, porque el ordenador lo tenían con control parental.

Y cuando mantuve relaciones sexuales con mi pareja mi familia ya estalló. En el momento en el que se enteraron de eso, me dijeron que me prohibían por completo tener sexo. Incluso llegaron a amenazarme con que me echaban de casa. Pero cuando tienes a una persona que te quiere y que te quiere por cómo eres y que no te ve rara y que no te discrimina como habían hecho durante toda mi vida, porque yo sufrí bulliyng, pues te aferras a eso porque es lo único bueno que has recibido en toda tu vida. Entonces luché con todo lo que tenía en esos momentos y les dije que no iba a dejar a mi pareja. Fue la primera vez que me enfrenté a ellos.

Mis padres me veían como una persona inferior, incapaz de valerme por mí misma, incapaz de tener un futuro, solamente por tener síndrome de Asperger

¿Y con qué edad te someten a una esterilización forzosa?
Fue con 18 años, con la misma edad con la que encontré pareja. Mis padres no se esperaban esta respuesta, nunca me había enfrentado a ellos, siempre acataba y obedecía todo lo que ellos me decían. Supongo que por instinto de supervivencia y porque no conocía otra cosa.

Una semana más tarde de tener esta conversación me vinieron muy contentos y muy alegres y me dijeron que lo que creían mejor para mí era que me sometiera a una operación de ligadura de trompas. La verdad es que nunca les había visto así. Mis padres nunca habían sido amables conmigo. Me dieron las razones por las que supuestamente esto era algo beneficioso para mí. Me dijeron que iba a acabar con mi dolor de regla, mentira, es al contrario. Me dijeron que me iba a proteger de quistes de ovario, ya que yo había tenido uno. Me lo ponían como si todo fueran ventajas y así fue como me manipularon para esterilizarme.

Todas estas razones me parecían un poco raras, que de repente me vinieran con ellas de la noche a la mañana, pero tampoco le di importancia. Pero lo que sí hizo que me convencieran fue que me dijeron una frase que en años posteriores se me quedó grabada a fuego en mi cabeza que fue “Cristina, serías una irresponsable si traes al mundo hijos con la misma enfermedad que tú tienes”, refiriéndose, por supuesto, al síndrome de Asperger. Mis padres me veían como una persona inferior, incapaz de valerme por mí misma, incapaz de tener un futuro y siendo siempre una persona dependiente de ellos o de otras personas, solamente por tener síndrome de Asperger.

Cuando acabas sufriendo acoso escolar porque te ven rara, tú te acabas creyendo que eres rara y que eres inferior. Y jugar de esa manera con los traumas de una persona es muy duro. Fue tan duro para mí que cuando me dijeron eso, ni me lo pensé. Esta frase que me dijeron mis padres me caló tan hondo que fui repitiéndola a lo largo de los años, realmente sin pensarla. Cada vez que alguien me preguntaba que por qué me había hecho una ligadura de trompas yo respondía esta frase.

Cuando la gente te ve diferente, la gente tiende a vulnerarte

¿Y cómo te das cuenta de que no has tomado la decisión de manera libre?
Pues gracias a mi pareja actual. Cuando se enteró de esto, me hizo la pregunta que me hacían todos “¿Por qué lo hiciste?”. Yo le respondí con esa frase, sin pensar. Y me respondió con una pregunta nacida de su infinita inocencia que me hizo un click en la cabeza y que me hizo pensar que tal vez mis padres podrían estar equivocados. Me dijo: ¿Y qué hay de malo en eso?

Nunca me había planteado que ser Asperger no fuera algo malo, que tener hijos con síndrome de Asperger no hacía que mis hijos fueran unos desgraciados. Nunca se me había ocurrido ver la vida de este modo. Fue gracias a mi pareja y gracias a las instituciones con las que ahora mismo colaboro, que me di cuenta de que no estaba sola.

Cuentas que hay un momento muy duro durante la intervención en el cual te diste cuenta de que tú no importabas nada.
Durante todo el proceso de la esterilización eran mis padres los que se encargaban de todo y el resto del mundo tampoco me ayudaba ni me tenía en cuenta en absoluto. Mis padres lo tramitaron todo por la sanidad privada, luego me di cuenta de que era la puerta de acceso más fácil. Yo recuerdo que antes de entrar a la consulta del ginecólogo, me decían: “Mira Cristina, tú cómo no sabes, no hables. Déjame a mí, que hablo yo”. El médico tampoco se dirigía a mí. Estaba hablando en todo momento con mis padres, a pesar de que yo era mayor de edad y no tenía la discapacidad reconocida tampoco, solamente tenía un diagnóstico de síndrome de Asperger. Pero supongo que cuando la gente te ve diferente, tiende a vulnerarte.

El médico estaba hablando con mis padres de procedimientos técnicos y de palabras que yo en el momento no entendía. El día de la operación recuerdo un momento bastante traumático. Yo estaba muy nerviosa. Los médicos me dieron varias pastillas, unas seis, para que me tranquilizara antes de meterme a la operación. Entonces yo estaba que no sabía muy bien dónde estaba. Estaba sufriendo una despersonalización bastante grande. Recuerdo encontrarme en medio de un quirófano con médicos pasando de un lado para otro, completamente desnuda, expuesta ante todo el mundo, porque no me dejaban taparme tampoco, y que había varios médicos a mi alrededor hablando entre ellos y yo, preguntándoles que qué me iba a pasar, que qué me iban a hacer y los médicos ni siquiera responderme.

Comprender que yo he sido víctima de este abuso te hace darte cuenta de que en cierto modo tienes una responsabilidad contigo misma y con el mundo. No puedes quedarte callada ante semejante abuso, porque entonces lo estarías perpetuando.

¿Cuándo decidiste utilizar tu caso personal para luchar por otras?
Al trabajar con la fundación CERMI mujeres y con Plena Inclusión vi que había, por desgracia, otras mujeres con casos mucho más graves que los míos. Porque yo al final no tengo ningún tipo de incapacidad legal ni jurídica, yo soy dueña de mi propia vida y actualmente vivo de manera independiente. Yo no tengo ningún problema para hablar. Pero darme cuenta de que esto es algo que pasa a más personas, de que hay toda una red para que estas cosas pasen, unas creencias que hay que deconstruir, eso te hace darte cuenta de que no puedes no decirlo, porque hay muchas personas que están sufriendo esta situación, que no lo saben. Yo sé lo que es no saber, no entender, que no te den la información necesaria. También hay personas que sí lo saben pero no pueden hablar porque están incapacitadas judicialmente por sus familias. Comprender en base a mi propia experiencia y en base a lo que he aprendido, que yo he sido víctima de este abuso, te hace darte cuenta de que en cierto modo tienes una responsabilidad contigo misma y con el mundo. Y es que no puedes quedarte callada ante semejante abuso, porque entonces lo estarías perpetuando.

España ha prohibido este tipo de prácticas. Esto no es muy conocido porque la gente piensa que pasa en países más lejanos y no se imagina que aquí suceden este tipo de cosas.
Porque la gente no tiene en cuenta la discapacidad. Somos los eternos excluidos, los eternos olvidados de la sociedad. La gente no piensa en nosotras como personas, piensa en nosotras como entes con una discapacidad. Eso no es algo que nos defina, porque ante todo somos personas que tenemos los mismos derechos. No va a haber una inclusión real hasta que normalicemos que una persona con discapacidad vale lo mismo que una persona sin ella.

¿Qué le dirías a las personas que piensan que en algunos casos sí está justificado esterilizar forzosamente?
Les diría que todas esas creencias surgen al final de la educación que hemos recibido, porque la educación es la que condiciona las creencias y, por desgracia, los prejuicios. Y que deberían hacer un esfuerzo por entender que somos personas y que, de la misma forma que no puedes esterilizar a una persona sin discapacidad, no está bien que lo hagas con una con discapacidad.

Hoy es ilegal. Pero tenéis constancia de que se sigue haciendo
Sí. Existen formas de burlar esa ley. A mí la ley no me protege de sufrir una manipulación. Si tú a una persona con discapacidad le dices lo mismo que me dijeron a mí, puede ser perfectamente legal, pero eso no quiere decir que una persona tome esa decisión de manera libre. Si tú no informas a una mujer con discapacidad de lo que esto supone, de cuál es el abuso, de cuáles son las creencias que fundamentan toda esta situación, si esto no es objeto de estudio, si no se invierte tiempo y dinero en sensibilizar, en visibilizar… estás vulnerando a esas personas.

¿Qué mecanismo prevé la ley?
La ley actualmente prohíbe la esterilización forzada por razón de discapacidad. Es algo que no se puede hacer. Pero es bastante imprecisa y no ahonda en todo lo que son las medidas de discriminación que rodean a la esterilización forzada. Si tú convences y manipulas a una persona, se puede seguir perpetuando el abuso.

Hay una cosa que has dicho antes en la que me gustaría ahondar un poco. Este tipo de intervenciones se hacían mayoritariamente en la sanidad privada. ¿Es más fácil?
Sí, era más fácil. En la sanidad pública, bien sea por una cuestión de presupuestos, bien sea por una cuestión de legislación, miran más estas cosas. En la sanidad privada si tú pagas es raro que no accedan a tu petición. Esto en este caso es completamente aberrante. La sanidad debería ser más flexible a la hora de escuchar a los pacientes, sobre todo a las personas con discapacidad. O sea, tenerlas en cuenta.

No soy Sheldon Cooper. Un autista puede tener un trabajo en el sector social. Un autista puede hablar en público. Un autista no tiene que hacer una carrera de ciencias. Un autista puede tener una mente humanista y no matemática

Tú tienes autismo y reivindicas tu funcionalidad. ¿Cuántos estereotipos y creencias erróneas hay en torno al autismo?
Pues muchísimas. Para empezar, no puede haber una correcta visibilización del autismo si no cuentas con personas autistas. Esto es muy obvio, pero por desgracia es algo que sigue pasando. El autismo se caracteriza por un nivel de capacitismo y por un nivel de paternalismo muy grandes. Porque si son las familias las que nos sobreprotegen, las familias las que están en órganos de poder, en órganos directivos, como patronatos, juntas directivas… y no cuentan con nosotros, seguirán dándose todos estos abusos. Al final, el paternalismo y el capacitismo son tipos de abusos.

Se siguen enfocando todos los recursos en la atención temprana, que está muy bien, pero los niños crecen y se hacen adultos, y si no hay recursos para personas autistas adultas, con un sistema de apoyos personalizados y con un sistema orientado a la autonomía, nunca jamás va a haber un correcto avance en este tema y se van a seguir perpetuando mitos y falacias. Como por ejemplo, que todos somos genios, que somos inocentes, que no sabemos mentir. Yo lo que siempre digo es que no somos ni genios ni tontos, solo somos autistas.

Y que no eres Sheldon Cooper…
Efectivamente, no soy Sheldon Cooper. Un autista puede tener un trabajo en el sector social. Un autista puede hablar en público. Un autista no tiene que hacer una carrera de ciencias, que es lo que se dice de nosotros. Un autista puede tener una mente humanista y no matemática.

La realidad de las personas que tienen TEA (Trastornos del Espectro Autista) es bastante desconocida y yo quiero que nos ayudes a diferenciar el síndrome de Asperger del autismo.

Cuando yo dije al principio que yo tenía un diagnóstico de síndrome de Asperger, eso es según los criterios del Manual Estadístico de Diagnóstico de Trastornos Mentales  IV, que era el manual oficial de criterios diagnósticos. Hoy en día esa etiqueta de Asperger está dentro de los Trastornos del Espectro Autista (TEA) ¿Por qué se ha hecho así? Porque un diagnóstico de TEA se basa en las capacidades de una persona. Antiguamente, si tenías unas características, te metían en uno o en otro sitio pero realmente eso no es inclusivo porque estás poniendo el foco en cuáles son las deficiencias de una persona sin tener en cuenta todo lo que son sus capacidades y unos apoyos personalizados.

Entonces por eso se habla de espectro del autismo, de TEA, que esa es la etiqueta correcta, porque había mucha gente que si no cumplía ciertas características no se la diagnosticaba.

Para mí, el término al final más correcto es decir que es una persona autista. Hay toda una comunidad autista en redes que reivindica un cambio, un cambio de palabra y un cambio de visibilidad, porque el término TEA incluye la palabra trastorno y yo no soy una persona trastornada.

La activista Cristina Paredero. ÁLVARO MINGUITO

Hablemos un poco de feminismos, de interseccionalidad. Cuando se cruzan varias opresiones, ¿es difícil encontrar tu sitio?
Eso es lo que pasa siempre, por esas creencias que tiene la parte privilegiada. En el momento en el que se juntan más de una opresión, no saben atenderte, no saben dónde meterte, no saben representarte y, por supuesto, no te dan la oportunidad de hacerlo. Yo soy mujer y, como es bien sabido, no tenemos las mismas oportunidades que los hombres. Si a eso le sumamos la discapacidad, que no tengo un trabajo estable, que soy gordita, que no tengo un nivel de estudios muy alto por toda la situación familiar y social que sufrí, que he sido externalizada… se van sumando cosas y las entidades que velan por mí no son capaces de abarcar todo el abanico que supone las múltiples interseccionalidades. Entonces, ¿dónde está mi lugar?

¿Qué es lo que ocurre? Que al final te sientes perdida porque no sabes dónde dirigirte, no sabes qué hacer con tu vida y eso te genera una inestabilidad emocional y mental muy grande. Las entidades que nos representan tienen que poner el foco en esa interseccionalidad para que nadie se quede atrás.

Ahora te enfrentas a un desahucio. Vives en una habitación con tu pareja y la casera os ha dado un ultimátum. Estás pidiendo ayuda. Dices que te ha costado dar el paso para pedirla. A una persona que lleva ayudando a gente mucho tiempo, ¿por qué le cuesta pedir que le echen una mano?

Porque cuando vives en una familia donde te exigen tanto, acabas interiorizando que tú tienes que ser perfecta, que no puedes pedir ayuda porque eso es un síntoma de debilidad. Es algo que llevo mucho tiempo trabajando conmigo misma en terapia. Y es algo que reconozco que es un patrón muy inculcado de la visión que tenían mis padres de eso. Siento que no soy merecedora de tal ayuda, porque una cosa es lo que yo hago por los demás, y otra pedir ayuda. Y por desgracia esto que yo siento les pasa a muchas mujeres. Muchas mujeres no se sienten merecedoras de pedir ayuda por la visión que se nos impone desde que somos pequeñas y es algo contra lo que tenemos que luchar y tenemos que deconstruir.

Abramos un último melón. ¿Educación inclusiva o educación especial?
La educación tiene que ser inclusiva, pero para que sea inclusiva hay que poner los medios para que lo sea. Y hoy en día, por desgracia, esto es muy duro de decir, no los tenemos. Entonces, la solución para esto es que haya una correcta representación de la discapacidad en la educación y las personas puedan hablar en primera persona de todo lo que supone estar en un centro de educación especial. La educación inclusiva es un derecho, España ha ratificado la Convención sobre los derechos de las personas con discapacidad y es algo que tiene que hacer. Tenemos un derecho a tener una educación inclusiva sin que se nos vulnere, sin que se nos discrimine, sin que seamos víctimas de capacitismo y de discriminación por motivos de discapacidad.

Puedo dar una charla delante de 100.000 personas, pero no soy capaz de salir a la pizarra. Eso es un trauma que yo llevo arrastrando desde mi etapa educativa, en la que no conté con apoyos

¿Tú dónde estudiaste?
Yo estudié en la escuela ordinaria y estudié sin ningún tipo de adaptación. Mi diagnóstico de Asperger no lo recibí hasta los dieciocho años. Yo era adulta. A mí me han llegado a diagnosticar múltiples trastornos desde TDH hasta esquizofrenia, he ido con psicólogos durante toda mi vida y no supieron darme un diagnóstico adecuado. Si tú no tienes un diagnóstico correcto te enfrentas a muchos traumas escolares. Traumas que yo ahora mismo sigo arrastrando.

Yo siempre digo que puedo dar una charla delante de 100.000 personas, pero no soy capaz de salir a la pizarra, no soy capaz de estudiar presencialmente. Eso es un trauma que yo llevo arrastrando desde mi etapa educativa. Un trauma porque nadie me escuchaba, no recibía apoyos y fui víctima de acoso escolar. Por eso hay que encaminar todos los recursos que sean necesarios para conseguir ese objetivo para que las personas no se sientan desprotegidas.

Artículo publicado originalmente en El Salto

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