Porque es alarmante que el suicidio sea la cuarta causa de muerte entre los jóvenes de 15 a 29 años, por detrás de los accidentes de tráfico, la tuberculosis y la violencia interpersonal, y represente 1 de cada 100 muertes a nivel mundial.

Según la OMS, por cada fallecimiento hay 20 intentos de suicidio y “las crecientes desigualdades sociales y económicas, los conflictos prolongados, la violencia y las emergencias de salud pública amenazan el progreso hacia una mejora del bienestar”.

En concreto, los datos de la SPI_AEP, la SEUP y la AEPap muestran que las conductas suicidas se incrementaron un 59% entre la juventud española. En 2020 se suicidaron el doble de niños menores de 15 años que el año anterior y el suicidio se ha convertido en la segunda causa de muerte entre los jóvenes de 15 a 29 años en España, solo superada por los tumores malignos.

Porque no se puede tolerar que sobre las personas que viven con trastornos de salud mental sigue pesando un fuerte estigma en países de todo el mundo, que hace que se vean mermados sus derechos fundamentales. ¡Tenemos que frenarlo YA!

Las personas en edad de trabajar no tienen las mismas oportunidades de acceso al mercado laboral, por lo que sus tasas de desempleo son mucho mayores, aunque en múltiples ocasiones el detonante del trastorno de salud mental son las condiciones sociolaborales. También tienen más impedimentos en el acceso a la vivienda digna e incluso son víctimas de abusos perpetrados por los propios sistemas de salud.

Por otro lado, las más jóvenes, son discriminadas en el acceso a la educación y tienen que convivir con el escarnio, la burla o el acoso de compañeras y compañeros de clase, y sin estrategias de intervención por parte de los centros o el profesorado. ¡Hacen falta más medios en las instituciones educativas!

Porque es increíble que, incluso en países de rentas altas, los servicios de salud mental sean inaccesibles o inasequibles para todas las personas, pero especialmente para las más jóvenes y para quienes tienen menos recursos económicos.

Además, la mitad de la población mundial vive en países donde hay un psiquiatra por cada 200.000 habitantes y no tienen acceso a medicamentos asequibles. Esto supone que la mayoría de las personas que tiene un trastorno mental no recibe ningún apoyo o tratamiento.

Los sistemas de salud cuentan con grades desequilibrios y carencias. Según la OMS, de media, “los países dedican menos del 2% de sus presupuestos de atención de salud a la salud mental” y el 70% de ese dinero se destina a hospitales psiquiátricos, en lugar de invertir en agentes comunitarios, programas de aprendizaje social y emocional en las escuelas o incorporación de profesionales en salud mental en los centros de atención primaria.

Porque Médicos Sin Fronteras somos muy conscientes de que el impacto psicológico de una emergencia humanitaria puede ser muy grave. Por este motivo, llevamos más de 20 años ofreciendo brindando atención de salud mental y psicosocial a las poblaciones a las que atendemos en todo el mundo. Porque consideramos que la salud mental es parte esencial de la ayuda humanitaria.

Trabajamos con personas que sufren las consecuencias de los conflictos armados, se enfrentan a desastres naturales, viven en crisis humanitarias donde las hambrunas o las epidemias son una constante y es importante garantizar su bienestar físico, pero también su bienestar psicológico.

Ofrecemos apoyo a muchas niñas, niños y jóvenes, para aliviar esas heridas invisibles provocadas por la muerte violenta de sus seres queridos, la separación forzosa de sus familiares, la huida de sus hogares y la incertidumbre sobre su futuro.

En nuestras consultas escuchamos a las personas afectadas y favorecemos que hablen de sus vivencias y procesen sus emociones ofreciendo ayuda psicológica temprana. Acompañamos el dolor, reforzamos los mecanismos de respuesta y ayudamos a restablecer los sentimientos de seguridad, confianza, autoestima y esperanza, teniendo en cuenta a la comunidad.